familia monoparental, diversidad familiar y adopción

Dice la Abuela:

Hace unos días, en el grupo de Whatsapp de la familia de N., uno de sus tíos colgó la nota que la abuela (85 años y vive sola buena parte del tiempo) había escrito con su letra de colegiala que tuvo que dejar la escuela pronto para no olvidarse:

Dice P (su hija) que no salga a la calle hasta el último día del mes.

El último día del mes llegó ayer y ha empezado un nuevo mes y va a tener que escribirse otra nota, porque sigue sin poderse salir a la calle.

¿Quién me ha robado el mes de abril?

La imagen puede contener: texto

Dice el doctor:

Conocí a JU. en una época muy distinta de mi vida. Yo acababa de separarme del que había sido mi pareja los 7 años anteriores y acababa de conseguir mi primer trabajo serio, en la radio. Éramos jóvenes y queríamos comernos el mundo. JE (un técnico al que yo solía decirle que mi día no empezaba hasta que me había duchado, me había tomado un café y había recibido su beso de buenos días), JO, otro técnico que también se acababa de separar, D., JA, L., M., A., P…. nos constituimos en pandilla y salíamos a menudo: a cenar, a beber, a bailar, a ver películas. A que se nos hiciera de madrugada en casa de JE. JU era amigo de JE, no trabajaba en la radio sino que era médico, pero casi siempre era uno más de la pandilla. Como era médico, a veces le hacíamos consultas, y cuando necesité un certificado médico para empezar la adopción de B., me lo hizo él.

Luego pasó la vida y nos fuimos distanciando, y desde hace años, a JU (y a JE, JO, A., D., P., L…) los veo solo a través del Facebook.

Hace unos 10 días, publicó que estaba en casa, confinado, con síntomas de coronavirus, abandonado por su empresa, sin que ningún sanitario le viera y le atendiera.

Y después, el silencio.

He ido entrando en su muro, con preocupación, he preguntado sin respuestas, y finalmente, ayer, publicó otra foto de su brazo, con una vía, en un centro hospitalario.

Además de la preocupación por el amigo, se impone la reflexión por el sanitario. ¿Por qué tratamos tan mal a nuestros médicos? ¿Qué podemos esperar de una sociedad que no cuida a los cuidadores?

La Peste: Albert Camus

Dice el Escritor:

Las plagas, en efecto, son una cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas.

La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal

sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones.

¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas. Incluso después de haber reconocido el doctor Rieux delante de su amigo que un montón de enfermos dispersos por todas partes acababa de morir inesperadamente de la peste, el peligro seguía siendo irreal para él. Simplemente, cuando se es médico, se tiene formada una idea de lo que es el dolor y la imaginación no falta. Mirando por la ventana su ciudad que no había cambiado, apenas si el doctor sentía nacer en él ese ligero descorazonamiento ante el porvenir que se llama inquietud.

La Peste, Albert Camus (publicada en 1947).

Pedro y el lobo ¿El cuento o la fabula? – Que vuele la imaginación

Dice la maestra:

P., maestra de Economía que siempre dice cosas sabias: “Me siento en el cuento de pedro y el lobo, tanta alarma con la gripe A, la aviar, las vacas locas, etc., y luego no veíamos que pasara nada, y ahora COVID-19 llegó”.

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