Vida personal
Estos días, como yo trabajo, una amiga se queda algunos ratos con mis hijos. Ayer me dijo que su hermana le había preguntado si yo no tenía «nada» de vida personal.
Y me puse a pensar. ¿Qué es tener vida personal? ¿La vida que hago junto a mis hijos no es vida personal? Es verdad que he tenido que renunciar a algunas cosas, como contaba en otro post… pero también es cierto que he ganado muchas, no me siento menos viva. Por ejemplo, en contra de lo que yo pensaba que sucedería, mi vida social se ha incrementado. Tengo más amigos, gente diferente a la de antes, gente que no tiene nada que ver con mi trabajo (¡y qué interesante es hablar de cosas distintas!). Mi radio de acción se ha reducido (ahora salgo menos de la ciudad, y menos del barrio), pero conozco mejor mi entorno. Después de años viviendo en la misma casa, en el mismo barrio, ahora saludo y me saludan los comerciantes y los vecinos. Después de años valiéndome por mi misma, estoy aprendiendo a vivir en red, a pedir ayuda cuando lo necesito y a intercambiar apoyo con otras madres y padres – e incluso con los que no tienen hijos. Ya no voy al cine, pero voy de excursión. Ya no salgo a cenar, pero he aprendido a hacer madalenas. Veo menos a mis amigos solteros – solteros de hijos-, pero me comunico por mail – y por el facebook. No voy de copas, pero invito a mis amigos a cenar.
Y luego está el trabajo. ¿La vida profesional, no es vida personal? En mi caso, sí lo es. Tengo la suerte – también me lo curré – de hacer un trabajo que me gusta, que me llena, con el que aprendo, en el que puedo aportar cosas, y con el que hago vida social con gente interesante. Cuando la gente sugiere que les gustaría trabajar desde casa, siempre pienso que mejor no… a mí caminar hasta el trabajo, pisar el centro de la ciudad, compartir ideas y charlar con adultos informados me aporta mucho.
Supongo que la hermana de mi amiga, cuando hablaba de vida personal, se refería a vida lejos de los niños. Y la verdad es que tengo poca. Dedico la mayor parte de mi tiempo diurno, cuando no estoy trabajando, a mis hijos. Desconecto poco… quizás debería hacerlo algo más, pero no es fácil, y pienso que es sólo una etapa, que con el tiempo irá siendo menos difícil. Sin embargo, sí tengo algunos tiempos para mí, libre de niños.
Casi cada día, mis hijos se acuestan – y se duermen – sobre las 9 de la noche. Y estas 2/3 horas que tengo hasta que me voy a dormir, son sólo mías. Quiero decir que no plancho, ni lavo platos, ni preparo mochilas, ni trabajo. Veo alguna peli, llamo a los amigos, leo… me pinto las uñas, me hago una mascarilla, hago zapping compulsivamente. O no hago nada.
Y de vez en cuando – pero cada vez más a menudo – pido a una familia amiga – o a dos – que se queden con los niños una noche, y salgo sin pensar en lo que me va a cobrar la canguro, en la resaca del día siguiente, en la hora en la que me van a tocar diana.
Y me sucede como en aquella canción de Tom Waits llamada «San Diego Serenade», que dice «Nunca vi la mañana hasta que me quedé despierto toda la noche/ nunca vi la luz del sol hasta que apagué la luz/ nunca vi mi hogar hasta que estuve lejos/ nunca oí la melodía hasta que necesité la canción». No disfrutas de los pequeños placeres hasta el momento en los que te han faltado.