familia monoparental, diversidad familiar y adopción

Archivo para noviembre, 2017

El principito

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Hace algún tiempo, V. me contó que su hijo adoptivo (el mediano de 3 hermanos) le había echado en cara que ella no era su madre.

¿Y qué le dijiste?, pregunté yo, que por aquella época acababa de estrenarme en la maternidad.

Le dije que me parecía bien, que yo entendía que su madre era E., pero que E. había muerto en Etiopía unos meses antes y ya no podía cuidarles; por esto ahora lo hacía ella, y que si querían llamarle por su nombre o «canguro» o lo que fuera, pues que adelante.

Me acordé de esa conversación cuando leí este párrafo de este texto de Loretta Cornejo:

“Tengo mi Principito particular, un niño de ocho años que me dijo que no quería volver a tener más madres en su vida (de esto hace doce años), y acepté que no lo sería, y le conté tu historia y la del zorro (ver historia), y que seríamos eso, nos domesticaríamos si podíamos. Y estábamos de acuerdo, y llenaríamos nuestras vidas de conversaciones y de historias, si lo veíamos posible. Y entonces me preguntaste si no soy hijo… ¿entonces que soy tuyo? Serás eso, mi Principito, te contesté. Y lo aceptaste, aunque al principio te daba risa esa palabra y aunque luego le perdiste el miedo a decirme mami, mami o mamá (y que repites aún con ternura todos los días) siempre has querido que te siga llamando así: Mi Principito”

Espacio seguro

Siempre he pensado que los padres y madres blancos que criamos a hijos negros (hijos racializados en general) tenemos una enorme desventaja respecto a las familias negras que crían hijos de su mismo color: no hemos vivido en propia piel el racismo y la discriminación que nuestros hijos sufran. Alguien me hizo notar hace un tiempo que tenemos, o podemos tener, ciertas ventajas sobre las familias racializadas: en muchos casos, ellos tampoco están entrenados a sufrir racismo porque vienen de lugares donde no lo sufrían y, además de no poder darle a sus hijos las herramientas necesarias, su situación de desventaja no les permite sentirse empoderados y son menos feroces al reclamar sus derechos.

Festival Nyansapo

Esto puede ser cierto. Pero los niños que crecen en familias de su mismo color, siempre tienen algo de lo que nuestros hijos, muchas veces, carecen: un espacio seguro. Un espacio donde no son los únicos negros, donde no se sienten amenazados, donde pueden compartir vivencias sabiendo que no serán malinterpretados o incomprendidos, donde no escucharán comentarios racistas emitidos desde la ignorancia o el desconocimiento, donde no serán juzgados.

Un espacio que ocupa el mismo lugar que los locales de ambiente pueden tener en la comunidad LGTBI, las asociaciones feministas para las mujeres, y en general, en cualquier grupo minoritario o discriminado. Como se cuenta en este artículo, son espacios que se construyen sobre la base de experiencias de lucha verdaderas y no reflejan estructuras de poder ya existentes, sino que intentan subvertirlas.

Un oasis como el que decenas de jóvenes LGTBI han encontrado en estas colonias donde, como ellos mismos explican, han podido ser ellos mismos.

 

Yo iba a ser la mejor madre del mundo

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Nunca me iba a cansar de jugar con mis hijos.

Nunca iba a perder la paciencia.

Iba a resolverlo todo mediante el diálogo y la negociación.

Jamás gritaría.

No me quedaría sin respuestas.

El agotamiento y la tensión no me harían explotar jamás.

Sería justa cuando dirimiera sus diferencias.

Tendría tiempo para todos.

No les diría cosas de las que después me arrepentiría.

Nunca dudaría.

Llevaría siempre encima una botella de agua, galletas, un jersey, lápices de colores.

Organizaría los cumpleaños más detallistas, con regalos hechos a mano, les dejaría mensajes misteriosos en la pizarra, buscaría escondites maravillosos para los regalos de Reyes.

Jamás los aparcaría delante de la televisión.

Les daría cenas caseras todas las noches.

No los mandaría a la cama para disfrutar de dos horas de silencio y soledad.

No olvidaría en ningún momento que un día tuve 13 años.

Nunca me sobrarían sus amigos en mi casa.

Les levantaría de buen humor, comprensiva ante sus lentitud y su torpeza mañanera.

No me comería de noche el último trozo de chocolate, ni vería el último capítulo de Stranger Things sin esperarles.

No les diría jamás porque sí o porque yo lo digo.

Les contaría un cuento todas las noches.

Y siempre, siempre, siempre, tendría claro cuando lo estoy haciendo bien y cuando lo estoy haciendo mal.

Después de ver This is us, una persona adoptada se ausenta sin permiso

Descubrí el blog de Anne Heffron cuando vi la serie This is us (por cierto, se está emitiendo ya la segunda temporada. Yo la tengo pendiente todavía, pero dicen que es tan magnífica como la primera). Este artículo, aunque lleva el nombre de la serie en el título, no habla de ella. Pero me ha gustado tanto que he tomado la decisión de compartirlo aquí.

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Voy a conocer a mi padre de nacimiento dentro de unas semanas. En lenguaje de la adopción, a esto se le llama reunión. ¿Cuántos de vosotros habéis tenido una reunión con una persona a quien no habíais visto antes? Quiero decir, parte de mí era un espermatozoide dentro de él, así que me lo encontré como pez, pero era sólo una parte de mí. No tenía mis piernas ni mis dedos. ¿Me reconocería si apareciera en mi forma original? ¿Un pez diminuto, preparado para luchar con el gran huevo por un lugar en el mundo, estuviera este preparado para mí o no? Creo que no. Ni siquiera me vería.

Así es cómo me empoderé como persona adoptada: me dije a mi misma que el mundo tenía tantas ganas de que naciera que hicieron falta dos desconocidos, una fiesta, algo de alcohol, y la decisión de no abortar ilegalmente para hacerme.

Esto va sobre ser real.

Me he dado cuenta de que a medida que me hago mayor, más triste me siento sobre ser adoptada. Me parecía bien cuando era una niña, y entonces cumplí 50 y fue como si alguien me arrancara el cerebro y me diera otro nuevo, uno que apenas podía gestionar el duelo y las lágrimas.

Hablemos de la crisis de la mediana edad. No es solo que nadie hable de ello cuando eres adoptado. Mis padres nunca me dijeron: “Ey, no tienes problema en ser adoptada ahora, pero cuando uno de nosotros muera, podrías volverte loca una temporada”. Nunca dijeron esto porque no tenían ni idea. No tenían ni idea porque las personas adoptadas no hablaban de ello, y si lo hacían, no había nadie con cuadernos para tomar notas.

Intenta explicar a tu jefe que la razón por la que lloras es que te acabas de dar cuenta de que ser adoptada de bebé te traumatizó y ahora que tienes 52 años necesitas irte a casa un año y llorar. Que tengas suerte a la hora de conservar tus beneficios. Tu trabajo. Tu cordura. Tus amigos. Los contenidos de tu estómago.

Así que la palabra “reunión” es ridícula. Como lo es, de hecho, la expresión “padre de nacimiento”. No estuvo en mi nacimiento. No me sacó de la barriga. Inseminador es grosero y no es algo que me gustaría usar para presentarme. ¿Buen tipo? Ya os informaré.

Adoptada es una palabra que he llegado a odiar. No quiero ser una persona adoptada. Como adoptada, no quiero tener padres adoptados o hermanos adoptados. ¿Por qué? Cuando me casé (la primera vez) me quité los zapatos en el altar para que mi inminente marido y yo tuviéramos la misma altura. Todo el mundo en la congregación pudo ver la etiqueta brillante en la suela de mi zapato izquierdo. Ese zapato parecía tan adoptado. Como si nadie lo hubiera querido y hubieran tenido que ponerle una etiqueta para que pudiera encontrar un hogar.

Si yo soy adoptado y tú no, ¿qué eres tú? ¿Te pregunta alguien si tus padres son tus padres de verdad? Hmmmm. Probablemente no. Así que quizás tú eres de verdad. Y yo soy… no de verdad. Yo soy adoptada, y mis padres son mis padres adoptados. Blchhh. No gracias.

Adoptada significa “adquirida como propia por elección”. Esperad. ¿Qué? Yo no me pertenezco a mí misma porque el nombre que me dieron al nacimiento me fue quitado y recibí el nombre de mis nuevos padres. Así que una mejor definición podría ser “adquirida como de ellos por elección”. Pero esperad. ¿La elección de quién? ¿Mía? ¿De ellos?

Necesito una palabra que pueda traducir de forma más limpia y precisa al lenguaje que entiende mi cerebro, el idioma que resuena con mi experiencia de vida.

Y he aquí el problema. El lenguaje que hablo, el lenguaje de una persona adoptada, es diferente de vuestro lenguaje, os llame como os llame – personas no adoptadas. Recordad, vengo de un planeta distinto del que viene la gente que no ha sido adoptada. Vengo de un lugar donde el creador y la creación están separados. En cierto sentido, es un estado sin dios. Vengo de un lugar donde la carne de mi carne desapareció. Vengo de un lugar donde no se me permite tener un certificado de nacimiento original porque, me temo, soy peligrosa.

Quizás la gente está asustada de que prenda este certificado de nacimiento y use la llama para quemar edificios importantes. Quizás la gente está asustada de que publique el nombre de la madre que me parió y le arruine la vida haciendo nuestra conexión pública.

¿Sueno enfadada? ¿Es desagradable leerme? Lo pillo. El otro día alguien me dijo que la madre de unos niños adoptados no podía leer mi blog porque es muy depresivo. Lo gracioso es que yo intento minimizar el dolor de perder una madre antes incluso de que te pudiera coger en brazos.

Así que, al grano, aquí está mi palabra para reemplazar adoptada: jodida.

Esto suena más real. Ahora cuando vaya al Kaiser con mi misterioso dolor abdominal, puedo contarle al doctor que estoy jodida y probablemente recibiré más atención que si digo que soy adoptada. Si volviera a la Universidad y volverá a pensar en abandonar, podría ir a mi consejero y decirle que estoy jodida, y me haría más caso que si hubiera dicho que soy adoptada. Si estuviera mirando a mi segundo marido, incapaz de conectar con otra persona de la manera en la que todos mis amigos parecen poder hacer, podría haberle dicho que estoy jodida, y más probablemente me habría comprendido mejor que si le dijera, como hice, que soy adoptada.

Una vez, cuando mi hija era pequeña, estaba en el asiento trasero cuando alguien me cortó el paso. Dije, en voz alta, “¡Joder!” y entonces mi dulce niña, en voz alta, dijo lo mismo. Entre en pánico y me reí al mismo tiempo. Ella era tan perfecta, tan pura, tan dulce, y esta palabra, una línea de rabia oscura, salía repetidamente de su boca porque su madre se estaba riendo.

Resulta que me encanta la palabra “joder”. Sienta bien decirla y, si eres de Boston como yo, es como un miembro de la familia. Joder es mejor que jodida porque una es acción y la otra implica que actúen sobre, y yo no quiero pasar mi vida siendo alguien sobre quién se actúa. Así que mi objetivo es joder en  vez de ser jodida. Quiero ser un verbo. En mi sesentena, cuando voy al médico y la enfermera me pida por mi historia familiar, puedo decir simplemente Joder.

Qué bien sentaría esto.

Joder, no puedo esperar a hacerme mayor. 

 

 

 

Desencajada

Al hilo de la última entrada, sobre diversidad familiar, publico esta reflexión de A., madre en una familia que no podría contener más diversidad.

Todos queremos encajar en algún sitio, encontrar nuestro lugar en el mundo. Pero a veces no es fácil. A veces es muy, muy difícil.

 

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En el grupo de Familias de Niñ@s Transexuales soy la única madre de una niña trans fluida no binaria y no blanca; en el grupo de Altas Capacidades soy la única con hijos adoptados, con una hija trans, con hijos negros; en el grupo de Homeschooling, la única monoparental y con una hija trans; en el grupo de Feministas soy la única monoparental por decisión propia y la única adoptiva, la única con hijos negros.

Si vas con familias adoptivas te dicen cosas como: ¿y le ha cogido muy fuerte esto de ser una niña? Ya se le pasará… y cuando estás con familias trans que entienden, tienes que aguantar comentarios del tipo: Siempre he querido adoptar pero… Qué buena acción, te has ganado el cielo, qué suerte han tenido… y cuando no, piensas que quizás has encontrado el lugar, entonces se cuestiona por qué se tiene que hacer diferencia con las familias monoparentales si hay biparentales que tienen solo un sueldo.

Hay una insensibilidad general hacia aquello que no te afecta

Y ya no entro cuando  en un grupo, para defender al colectivo LGTBI, hay comentarios racistas; o en cuando en otro, para defender a las personas racializadas, son contra los colectivos LGTBI; o cuando en todos hay contra quien no cumple los estándares o que no siguen un modelo concreto. Y esto cuando no es insensibilidad sino fobia, porque el grupo no va de eso, y por tanto, se puede expresar tranquilamente.

Estas líneas, sorprendentemente, nadie tiene problemas en traspasarlas.

¿Qué es la diversidad familiar?

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Hace unos meses leí un artículo que llevaba el concepto «diversidad familiar» en su titular. Como es uno de mis focos de interés, me lancé a leerlo… cuál fue mi sorpresa cuando la única familia de la que hablaba era una familia numerosa recompuesta, es decir, una familia integrada por dos adultos (hombre y mujer heterosexuales) y cuatro hijos de relaciones previas de ambos.

Una familia blanca, heteroparental, con hijos biológicos sin ningún rasgo distintivo.

Pero más me sorprendió cuando, al comentar lo «poco diversa» que me parecía esta familia ejemplo de diversidad familiar, otras personas me respondieron que cualquier cosa que se salga de la familia compuesta por hombre y mujer, casados antes de procrear, con hijos comunes, biológicos, y concretamente dos (a poder ser niño y niña) lo consideraban diversidad familiar.

Por ejemplo, una familia formada por un matrimonio heterosexual blanco con tres hijos biológicos.

O una familia formada por un matrimonio heterosexual blanco con gemelos, biológicos también.

O una familia formada por un matrimonio heterosexual blanco separado con dos hijos biológicos (niño y niña).

Sin negar las peculiaridades de estas familias, si estos casos son ejemplo de diversidad familiar, ¿dónde quedan la homoparentalidad, la monoparentalidad, la adopción, la discapacidad (de padres o hijos), la transracialidad, la transexualidad, la reproducción asistida, la donación de gametos…? ¿Qué pasa con las familias donde son los abuelos o los tíos los que crían?  ¿O los hermanos mayores? Por no hablar de situaciones más divergentes aún, como la crianza en colectivo el acuerdo entre más de dos personas para sacar hijos adelante.

Nadie es quien (y menos yo) para repartir carnés de diversidad familiar, pero si cualquier cosa que se salga de la foto fija de padre+madre casados con la parejita de niño y niña, biológicos, de la misma raza (a poder ser blanca) y heterosexuales todos nos parece que entra en el concepto «diversidad familiar», ¿no lo estamos banalizando?

 

La mentira de la maternidad

Hace años que descubrí este blog delicioso que sigo intermitentemente, sobre las zozobras y las maravillas de una maternidad rebelde en tiempo complejos. Este post me ha hecho sentirme tan identificada que no he podido resistirme a compartirlo.

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cuando seas madre comerás huevos

y sabrás hacer huevos fritos, con puntilla y sin que te dé miedo que salten

sabrás también hacer croquetas

te acordarás de decirles que se laven las manos

y coser botones

y no lloraras sin ton ni son, no empezarás a hacer manualidades imposibles cerca de la crítica hora del sueñohambre

te acordarás de la dosis de apiretal sin mirar internet

guardarás las medicinas con orden y tendrás el termómetro en un sitio fácil de encontrar

mentiras todas

y sobre todo mentira que llegarás a un lugar diferente, como desbloquear el nivel último del Mario Bros

serás la misma que has sido siempre

pero ahora cuidarás a una persona o a varias, ahora tus recuerdos se grabarán de otros colores y tus preocupaciones se medirán por esas caras.

a veces me descubro tan igual que siempre, tan parecida a una elena de 6 años que inventaba historias, tan parecida a la que con 10 le quiso fabricar un vestido a mi madre (con retales, to desigual y absolutamente sobrevalorado), tan igual a mi yo de 22, cuando me independicé y al volver de noche a casa me entraba llorera, y no era de pena (o no siempre) era que me emocionaban muchas cosas…

aquí estoy, incapaz de controlar el caos, con los dedos llenos de pegamento y dos niñes destrozándome la cocina (J le da una gelatina a Y, la gelatina llevaba viviendo en la nevera un tiempo difuso, así destapada y a medio comer, Y alterna la gelatina con trozos de queso y J me grita “que se come lo negroooo”)

esta mañana en urgencias mientras le miraban el oído a Y, parecía yo una madre de verdad…de esas súper resueltas, de las que no se ponen las lentillas caducadas …

es todo mentira

menos el amor

Hay que volver a leer a Tintín

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Dicen que el mundo se divide entre los que aman a Astérix y los que aman a Tintín.

Yo siempre he sido de Tintín. Aprecio las historias de Astérix, el humor, los dobles sentidos, la amistad entre los protagonistas… pero en mi casa éramos de Tintín. En casa de mis abuelos había los Tintíns franceses que mi madre y mi tío leían de pequeños, y en casa de mis padres fueron entrando, uno a uno, los Tintíns publicados en catalán.

Incluidos los que estaban fuera de las colección y varios libros que hablaban de los libros de Tintín.

Sus historias se transmitían en mi casa de generación en generación. Le poníamos música al aria de las joyas de la Castafiore. Usábamos las blasfemias delirantes de Haddock. Repetíamos las frases de hechas de Dupond y Dupont.

Pero cuando llegó B. pensé que igual no era consciente del racismo que tenían estos libros que leí en mi infancia. Que así como su machismo no se me escapaba ni a los 10 años, el racismo igual me había pasado desapercibido.

Y volví a léermelos con atención.

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Y descubrí algo: lo que cuenta Tintín, en casi todos sus libros (exceptuando el del Congo, que es racista sin paliativos) habla de la desconfianza y desconocimiento hacia los demás. Cuenta cómo dos colectivos tienen prejuicios el uno hacia el otro y por esto no se relacionan y usan todo lo que sucede para alimentar estos prejuicios. Para seguir sin entenderse.

Tintín es el personaje que se atreve a cuestionar los prejuicios y acercarse a la gente distinta…

…para descubrir que son como él.

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Me parece importante aprender esto.

Hoy más que nunca.