Encerrados con un solo juguete
L. y M. son dos mujeres que viven a cientos de quilómetros de distancia. Ambas tienen 3 hijos. Ambas tienen una hija cuya relación con ellas es especialmente difícil. Ambas me han dicho que «empezaban las vacaciones… o mejor dicho, dejaban de trabajar: porque tal y cómo están las cosas en su casa, quedarse con los críos todo el día no son exactamente vacaciones».
Nunca he sido la clase de madre que desea que termine el fin de semana para descansar de los hijos mandándolos a la escuela. Ni de la que busca campamentos para colocarlos cuando puede estar con ellos. No me sobran mis hijos, no me sobran nada. Me gusta pasar con ellos todas las horas posibles… Y sin embargo…
Esta iba a ser una semana de vacaciones-vacaciones. Yo había terminado el trabajo pero los niños aún tenían casal. No tenía claro si les llevaría todos los días, pero algunos sí… me había organizado citas con el dentista, con la esteticiene. Y sobretodo, pensaba descansar. Dormir larguísimas siestas. Y leer.
Y llega el lunes y amanecemos enfermos mi hijo pequeño y yo. Y el mayor dice que él también se queda en casa.
La nuestra es una familia muy callejera, incluso lloviendo buscamos opciones para salir, así que en las ocasiones (casi siempre por temas de salud) en las que nos vemos obligados a pasar varios días en casa (o en un hospital, en alguna de ellas), se nos echa la casa encima… aunque a la vez, descubro cosas que el salir me hace perderme.
Estar tantas horas con ellas me permite – y me obliga – a hacer cosas, a buscar recursos para entretenernos que nos acaban haciendo conocernos mejor, descubrir cosas de nosotros que aún no habían salido.
En esta ocasión, hemos explorado nuevas cotas de independencia para mi hijo mayor: ha empezado a salir solo a la calle a comprar el pan, a tirar la basura. Y nuevas cotas de creatividad: su cuento con animales. Y nuevas cotas de perfeccionamiento de su viraje de patinete (deporte de interior).
Hemos redescubierto la vida desde el balcón. La tormenta de ayer fue mejor que una película, sobretodo por la llegada de los bomberos después de la riada.
Y sobretodo, he vivido el acercamiento de los dos hermanos, cómo se han ido creando lazos y complicidades al estar tantas horas juntos y sin otros niños con los que jugar.
El dentista… habrá que dejarlo para septiembre.