familia monoparental, diversidad familiar y adopción

Archivo para junio, 2017

Olor a verano

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El olor a limpio de las sábanas blancas lavadas con lejía colgadas a secar en el jardín.

El alquitrán pegado a las aletas de la nariz mientras tiras papel de water desde la barandilla del barco y te despides de tu ciudad y los que quedan en ella.

La goma de las gafas de bucear y las aletas nuevas.

El olor a polvo y peladillas de los libros viejos que redescubres tras un año fuera.

Los melocotones dulces y dorados.

La higuera en la que anidaron los sueños de nuestra infancia. Ese aroma dulce y espeso de fruta madura, y el zumbar de las avispas.

La intensidad de los pinos a lado y lado de la carretera mientras te vas acercando a la playa.

El tomillo sobreviviendo en caminos polvorientos mientras las cigarras te ensordecen.

La cocacola chisporroteando en un vaso con hielo y limón.

Las berenjenas dorándose en la sartén para la tortilla de la cena.

Los tomates, la albahaca, el aceite de oliva.

La paella de R., con el socarrat justo.

El aftersun secándose en la piel después de la ducha al regreso de la playa.

El aire impregnado de sal cuando paseas al atardecer y escuchas los sonidos de las cocinas donde se está preparando la cena.

Los jazmines que se abren por la noche y perfuman el camino de regreso a casa después del cine, mientras la música suena de fondo.

Línea de la vida

La imagen puede contener: una o varias personas y personas sentadas

A., 9 años. Le ponen como tarea un trabajo sobre «la línea de la vida» (su vida, año a año). Como «deferencia» por su historia, le permiten empezarla donde él quiera. Decide empezarla al nacimiento.

 Pasan los días y no ha entregado el trabajo. Finalmente, tras algún tira y afloja, lo termina y lo entrega.

«¿Sabes? A los chicos adoptados no nos apetece nada hacer este tipo de trabajos».

El poder de las palabras

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Hace unos días alguien colgó este vídeo en un grupo de adopción que sigo.

En él se ve a una madre que desposita a su hijo, un bebé, en un rincón de un párking en algún lugar de China, y luego se va.

Le abandona.

Es sobrecogedor. Lo ves y lo primero que te viene a la cabeza es ¿cómo puede haber hecho algo así? ¿No ve que es peligroso? ¿No tiene sentimientos?

Pero…

También podemos ver otra cosa.  Una madre que arropa al niño, que lo acomoda encima de la manta… que tal vez lo deja en un garaje para protegerlo de las inclemencias del tiempo. Que puede estar muerta de miedo, considerar que no tiene otra opción, pensar que es lo mejor para el niño. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo juzgar sin conocer las circunstancias de la madre?

Si no quería ponerlo a salvo, ¿por qué tomarse la molestia de entrar en el párking, buscar un rincón, dejarle bien colocado sobre una manta?

¿Os habéis fijado en el poder de las palabras? Donde unos pueden ver una madre que se preocupó en abrigar a su hijo, otros verán que la manta estaba sucia… nos parece terrible (y lo es, que duda cabe) abandonar en la calle a un bebé, pero en determinados lugares y circunstancias puede ser una forma de protegerle, aunque nos parezca increíble… y en función de lo capaces que seamos de abrir la mente y ver las cosas desde uno u otro lado, les transmitiremos a nuestros hijos…

¿Cuándo se deja de ser monoparental?

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Tengo una amiga que es madre monoparental, adoptó sola aunque en el proceso conoció a un chico con el que se emparejó (ennovió, enrolló, como queráis llamarlo) y convivían los tres, aunque ella nunca se planteó que él se convirtiera en el padre de su hija. Cuando tuvo que renovar el carnet de monoparental, le dijeron que no, porque el chico estaba empadronado en la misma casa. Y ella estaba indignada, porque sí, el chico era su pareja, pero NO el padre de su hija. Si nada le liga oficialmente a su hija (ni la ha adoptado, ni la ha reconocido), ¿por qué le convierten en padre? Si nada les liga a ellos oficialmente – ni matrimonio, ni registro de parejas de hecho – ¿la convivencia le convierte en pareja? ¿Y si fuera un compañero de piso? ¿Le habrían cuestionado el carné de monoparental si hubiera sido una chica la que conviviera con ella? ¿Y qué pasa si convives con hermanos o padres?

Imaginad una persona que se separa y que luego tiene una nueva pareja, que convive con esta persona, que incluso se casan… ¿verdad que esto no le convierte en padre o madre de sus hijos… porque ya tienen un padre o una madre? ¿Por qué entonces sí se considera que se pierde  la condición de familia monoparental al empezar a tener pareja? Sus hijos siguen siendo suyos, y si su nueva pareja no les reconoce o adopta, no tiene ningún deber de cuidado y manutención sobre ellos, ni heredarán sus bienes, ni les quedará pensión de orfandad si fallece, no puede pedirse una reducción de jornada en el trabajo para ocuparse de ellos, no puede tomar decisiones médicas, incluso le pueden poner pegas en el colegio si va a recogerles… Pero a pesar de ello, esta familia pierde la posibilidad de cualquier ayuda o apoyo ligado a su condición de familia monoparental.

Creo que la definición de monoparental es muy ambigua, habla a menudo de cónyuge ausente, de separación, convivencia o ingresos,… cuando es tan sencillo como considerar monoparentales las familias en las que hay solo un padre / madre. Si la separación no nos convierte en monoparentales, ¿por qué el emparejamiento si nos hace dejar de serlo?

 

 

 

Si no quieres tener hijos…

Si no quieres hijos, no los tengas, pero si los tienes hay que educarlos. Eso de querer ser padres pero resistirse a que cambien tu vida me sorprende, porque es imposible y porque cambiar está bien. Esta obsesión por lo práctico… No tener hijos es muy práctico. Tener hijos no es práctico, es apasionante, maravilloso, divertido, aventura fantástica.

Esto lo dijo Carles Capdevila, periodista, padre de 4 hijos, y según quienes le conocían, buena persona, y autor de esta desternillante – y atinada – ponencia sobre lo que es educar hijos.

Hoy ha muerto, con 51 años, de cáncer. Que sus enseñanzas ayuden a los que deja atrás a sobrellevarlo.