Pedagogías alternativas y clase
Leo esta entrevista con la pedagoga Ani Pérez, que tiene cosas que me parecen interesantes (y me resuenan familiares): «hay otras formas de segregación. Los mecanismos se vuelven más invisibles y, cuando estas pedagogías no directivas entran en la escuela pública, privatizan de alguna manera la pública».
Esto lo viví yo en Barcelona con la escuela que me gustaba y en la que mis hijos (entonces solo B.) no entraron. Era la escuela con la pedagogía que yo quería, la más parecida a la escuela a la que yo había ido: sin libros de texto, sin deberes, sin exámenes, que trabajaban por proyectos y según los intereses del alumnado. No tuvimos suerte en el sorteo y entró en otra escuela, igualmente pública pero mucho más convencional. Y me di cuenta de que la diversidad a todos los niveles (raza, clase social, capacidades…) que había en nuestra escuela, no estaba en la otra. Que de alguna manera, con el proyecto que tenía, expulsaba a todas las familias que no respondían estrictamente al modelo de familia de la escuela.
Me di cuenta cuando una amiga cuya hija, también negra, sí había entrado en esa escuela, me dijo que «que pena que no haya entrado B., así mi hija no sería la única niña negra de la escuela». Entonces me fijé (las dos escuelas estaban muy cerca y compartíamos plaza, además tenía dentro a varias familias amigas) y me di cuenta de que con la excepción de algunas (pocas) criaturas adoptadas, no había alumnado racializado. Apenas familias migrantes. Probablemente nadie que no tenga una biblioteca regular en casa.
También es cierto que hay muchas experiencias de «pedagogías (más o menos) alternativas» que parten de centros públicos en barrios humildes con poblaciones muy marginales. Por ejemplo, la escuela de mis hijos en Madrid, que modificó el proyecto para integrar, activamente, a población absentista (sobretodo gitana y de poblado chabolista). Para ello, hicieron un proyecto muy chulo, entonces la escuela se «gentrificó», atrayendo a la población menos marginal del barrio, y estas familias (y el cambio del equipo directivo por el fallecimiento de la directora que había empujado el proyecto) fueron convencionalizando la escuela. Que mantiene cosas chulas, pero nada que ver con el proyecto original.
E igual que en su día pasó en la mía, ha pasado en otros centros, a los que ante la depauperación académica y social con la que se han encontrado se les ha permitido poner en marcha proyectos innovadores que han revitalizado el centro y el barrio en el que están.
Siempre me he preguntado por qué, si estos proyectos pedagógicos que huyen de las clases magistrales, la verdad única de los libros de texto y el vómito en el examen son los que más demanda tienen, no se implementan estos modelos en más centros; pero también creo que es importante la reflexión sobre por qué este tipo de proyectos expulsan a determinadas familias, sobre qué hay que hacer para llegar a todo el alumnado potencial y sobre si la escuela pública puede permitirse este tipo de segregación.