Diario del año de la peste, entrega 289
Últimos días de vacaciones:
6:30: empieza a llegar el personal de limpieza municipal a recoger sus pertrechos y se saludan a gritos (tengo mucha curiosidad por saber qué demonios le ha pasado al tal Pablito).
6:50: el transportista de la empresa avícola que sirve al mercadito de la esquina aparca debajo del balcón y se pone a descargar las cajas a hostias. Seguro que no está muy satisfecho con su trabajo.
8: empiezan a taladrar los operarios que están cavando una zanja en la calle que hay al final de la mía.
Estas madrugadas me hacen pensar en los viajes de regreso de Menorca, cuando mi retina inundada con la luz del verano y los azules del mar, pasaban, sin transición, al gris de los humos de la ciudad detrás del puerto.
Los días son más cortos, al atardecer las nubes amenazan con tormentas de final de verano.