familia monoparental, diversidad familiar y adopción

Archivo para octubre, 2016

Me recuerda el FB

Que un día como hoy, hace 4 años, colgaba una foto en la que comenté «En Madrid en buena compañía».

A la izquierda del sofá está C., con la vista puesta en la tele y un vaso de leche en la mano, tranquila y ajena al bullicio que a su derecha hacen B., medio tumbado en ese sofá negro que ahora está en nuestra casa, A., que detrás de él saluda a la cámara, y P., que no se sienta ni por equivocación y no deja de tocarlo todo. Todos en pijama a la hora del desayuno.

Han pasado cuatro años, sí, y ellos han crecido… pero qué fácil es reconocerles en esos niños que se estaban conociendo y que no podían ni imaginar que algún día se llamarían hermanos.

 

¿Una serie sobre madres solteras?

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¿Una serie sobre una madre soltera?, he pensado cuando he visto el titular de este artículo, ¡que interesante!. Y entonces me he leído la noticia y después de 3 párrafos hablando de sexo anal, «las parejas no hablan de estas cosas», de que la comedia «aborda su relación con los hombres en el trabajo y fuera de él», «una vida divertida y sexy»… me he empezado a preguntar si mi reino es de este mundo.

 

Dejemos de hablar de mochilas

La de la mochila es una de las primeras metáforas que aprendemos los adoptantes. Nuestros niños no son niños como los demás, a diferencia de los otros, no son páginas en blanco, sino niños con un pasado, con unas vivencias que les lastran el paso: con mochila.

En la entrada anterior, Nuria, lectora y madre de dos hijos adoptados, reivindicaba los errores que subyacen tras esta metáfora. ¿Podemos llamar «mochila» a algo que uno no puede quitarse?

 

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Nunca podré entender que alguien quiera “deshacer ” una adopción. No se puede. No se despare, no se desadopta.

Pero entiendo a la fuerza que las dificultades que tiene un niño o niña adoptados no son una mochila que se cura con amor. son el resultado de ver truncados todos los procesos de maduración emocional y desarrollo. Y desde luego que mejoran con la atención y el cariño , pero algunos daños son irreversibles.

La gente te pregunta ¿y los dos tienen dificultades? ¡qué mala suerte! No, no es mala suerte. Tener dos hijos adoptados con dificultades varias no es mala suerte, es realidad.

Es lo que hay. Lo normal no es pasar un abandono, un orfanato o un cuidado negligente sin secuelas. No es una mochila, porque las mochilas se quitan y no son parte de ti. Tus carencias, tu fragilidad, el no saber modular las emociones, las dificultades en el vínculo…están y son parte de ti y una parte que no se cura, que se lima como se puede si se puede…Y estas secuelas son muy variables, pero no se curan mejor o peor en función de la cantidad de amor que podamos dar ni desaparecen al año de “tener una familia que te quiere”.

¿Qué hacemos con este niño? (Y 2)

Al hilo de la entrada anterior, escribe MC un comentario que me ha tocado hondo y, con su permiso, lo reproduzco aquí.

Veo reflejada la situación que vivimos hace 16 años mi marido y yo cuando mis hijos llegaron a casa. En aquellos días no existía formación preadoptiva, solamente te contaban aquello de “la mochila” pero que todo se curaba con cariño y comprensión. La dificultad estaba en cómo dabas cariño a alguien que te tiraba a la cara, a veces literalmente, todo lo que querías darle.

Después, mucho después, cuando hemos participado en talleres de formación, nos hemos juntado con otras familias y hemos descubierto experiencias muy duras y comunes; nos han dicho que los métodos educativos que empleábamos no eran los adecuados. ¡¡Pero eran los que teníamos!! Aprendimos que, aplicados a nuestros hijos maltratados, heridos, escarmentados, … , aquellos que nuestros padres nos enseñaron no servían para nada o, peor todavía, eran contraproducentes. La enorme culpabilidad que nos provocó el no haber sabido hacerlo mejor sigue ahí latente.

Los hijos fueron saliendo adelante pero gran parte de nuestro ser quedó en el camino. También aprendimos que el daño que sufrieron no se cura solo con cariño, y a veces las heridas no llegan a cicatrizar y se convierten en adultos con deficiencias mentales: no saben querer, son disociativos, los comportamientos disruptivos se modulan pero no desaparecen, … Pero son para siempre nuestros hijos.

El día a día a veces es muy complicado. Ninguna formación te prepara suficientemente para lo que te puedes encontrar pero es IMPRESCINDIBLE.

¿Qué se puede hacer con este niño?

P., adoptada adulta y autora del magnífico Blog Completando mi historia, ha recibido un comentario a una de sus entradas que le ha dejado sin palabras. Es el que sigue:

«Descripcion de la situacion:

Madre soltera con un niño con discapacidad de 10 años decide adoptar (porque siempre fue ese su deseo desde niña) a un niño de 7 años.

Desde el día que se concretó su adopción cambió su «buen accionar» en su verdadero yo: desobediente, indisciplinado, desafiante, terco, bulling, mentiroso patológico, gritón que se escucha una manzana a la redonda, robo, en el colegio no lo soporta nadie ni la maestra ni los compañeros, NO hay un solo día de paz desde su llegada, es un pésimo ejemplo para el niño diagnosticado con autismo severo, su comportamiento ha afectado la salud física y emocional de la madre adoptiva. El niño adoptado exige full atención no importándole nada de las necesidades del niño con discapacidad. Reconoce que no tiene ningún tipo de sentimiento, no siente remordimientos, no le importa si lastima a otros porque no siente nada, no sabe querer, lo único que no quiere es quedarse pobre, solo sabe que hace cosas malas porque las hace, no le gusta pedir perdón ni agradecer por nada. Cree que todos tienen la obligación de darle las cosas como quiere y cuando quiere, no le importa si su madre adoptiva solo que le de lo que tiene obligación de darle porque es ahora su madre.

Dicen que la adopción es irrevocable, pero qué pasa cuando la familia adoptiva es la víctima de todo el comportamiento negativo de un niño de 7 años que se comporta con la manipulación y el cinismo de un hombre mayor? y le dice a la cara que él es dos niños, uno el que habla bonito para engañar a la gente y hacer creer que es bueno, y el otro su verdadero yo que solo quiere hacer lo malo y que su intención es no ser pobre y engañar a la gente para que crean que es bueno y que dice la verdad cuando en realidad todo es mentira…

Qué se puede hacer en un caso así? Legalmente? Ya no es vida, y es absolutamente injusto para la madre y el niño con discapacidad…»

Voy a intentar contarlo de otra forma:

“Descripción de la situación:

Niño de 7 años, con vivencias durísimas (abandono, institucionalización, dificultades de vínculo, etc), es adoptado por una madre monoparental que ya tiene un hijo de 10 años con una discapacidad importante y que llega al segundo desde el deseo egoísta de adoptar “algo que deseó desde niña”, confundiendo su deseo con un derecho.

El niño llega a la familia muerto de miedo, miedo a lo desconocido, a las nuevas normas, al reabandono, y reacciona de forma disruptiva, tanto en casa como en el colegio. No recibe ninguna ayuda efectiva en ninguno de los dos lugares, sino que se le etiqueta como pequeño delincuente.

Su adoptante, desbordada por la discapacidad de su hijo mayor y por el comportamiento disruptivo del pequeño, se ve incapaz de afrontar las necesidades de ninguno de ellos. No le al recién llegado el cobijo, apoyo, incondicionalidad, atención, cariño… que necesita para irse sintiendo seguro y crear un vínculo. No es consciente de que ella, adulta, lidia con un niño pequeño que no ha podido aprender las herramientas para gestionar sus emociones y que reacciona como mejor sabe, con las estrategias que le han permitido sobrevivir durante 7 durísimos años: desconfianza, criterio propio, buscarse la vida, ser autónomo…

Dicen que la adopción es irrevocable, pero ¿qué pasa cuando un niño llega a una familia que no sabe reconocer ni dar respuesta a sus necesidades y que malinterpretan su comportamiento de supervivencia con las mañas y manipulaciones que tendría un adulto?

¿Qué se puede hacer en un caso así? ¿Legalmente? Ya no es vida, y es absolutamente injusto para los dos hijos que su madre sea incapaz de responder a sus necesidades”.

¿Qué tal así? ¿A que suena distinto? Cuando he leído el texto me ha sorprendido y escandalizado el tono, las palabras elegidas y la mirada sobre un niño que, no lo olvidemos, solo tiene 7 años. No, no hay niños malos… hay niños a los que miramos como malos, y que, si no cambiamos la mirada, se acaban convirtiendo en lo que esperamos de ellos.

Se me pasó

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Despertador y duchas, C. con prisas para no perder el autobús al instituto, ¿has visto mis llaves? ¿Me untas la tostada? El libro de A. para el fin de semana que se quedó a medias y hay que llevarlo leído, haceros la cama, coged el bocadillo, medio vaso de leche al menos, ¡que guapos vais los pequeños con vuestros chándals nuevos!, ¿va a llover? ropa tendida, zapatos nuevos, ¡a la calle!, la chaqueta que hay que devolverle a G., el sello del AMPA que hay que dejar en el cuartito, que no me olvide de pedirle a E. si el miércoles puede quedarse con los niños  hasta que llegue…

¿Nos tomamos un café?, charla matutina, hay que volver a llevar el coche al mecánico, al final llueve y no recogí la ropa, a ver si hoy aparco cerca.

Cuánto tarda el ordenador en encenderse, ¿voy a por agua, queréis?, ¿qué tal el finde?, a ver si escampa…

¿Un mensaje de WordPress? ¿De feliz aniversario? ¡¡Anda, se me olvidó que hace 6 años que empezamos a andar…!!

Gracias por la compañía.

Mi Nobel

¿Qué puedo añadir sobre Dylan que no se haya dicho ya?

Que llevo todo el día queriendo escuchar esta canción.

 

Aún más, aunque nunca he sido de las que piensa que las canciones de Dylan son mejores en otras voces,

llevo todo el día queriendo escuchar esta canción tal y como la cantaban Peter Paul and Mary

Es más,

llevo todo el día queriendo escuchar esta canción tal y como sonaba en el vinilo de mis padres, que se encallaba cuando llegaba al verso que dice

still I wish there was something, still I wish there was something, still I wish there was something

hasta que le dabas un golpecito al tocadiscos y

you would do or say to try and make me change my mind and stay, we never did too much talking anyway,

so don’t think twice, it’s allright.

 

 

Las niñas son así

G., una madre del anterior colegio, comparte en FB este reportaje de fotos titulado «las niñas también son así».

Efectivamente, son ruidosas, activas, desinhibidas, risueñas, deportistas, luchadoras, valientes…

E incluso hay niñas que no son blancas, le digo.

En vez de ofenderse por mi comentario, o quitarle importancia, o relativizarlo, me dice que decidido añadir un poco de color al reportaje en B/N y ha buscado «black girl bold», «black girl football», «black girl naughty», «chinese girl football»… y ha desistido: Todos son tetas y culos.

Muy revelador.
Imagen

12-O

¿Dónde quedan mis derechos?

Hace algunos días descubrí un blog de una adoptada adulta que me pareció muy interesante. No he dejado de seguirlo desde entonces… Ayer publicó una entrada donde, a través de su propia historia, nos interpela sobre dónde queda este bien superior del menor del que tanto y tanto hablamos. Con su permiso, lo comparto aquí. No soy capaz de añadir nada más.

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Estamos todos perplejos ante el último caso conocido de negligencia por parte de los servicios sociales, el caso de Joan, como le llaman sus padres de acogida, o Juan, como le llama su familia biológica, arrancado de los brazos de su madre y entregado en pre-adopción de forma prematura, y teniendo que ser devuelvo pocos años mas tarde, causando con todo el proceso un daño irreparable en su madre, que ha tenido que vivir sin él, a sus padres pre-adoptivos, que ahora pierden al que sienten su hijo, y sobre todo a él, a Juan, a Joan, al niño, que no ha podido crecer junto a su madre y que ahora tiene que decir adiós a todo lo que conoce, a quien él considera sus padres, a sus amigos, a todo su entorno, y todo por errores en la administración.

Este es un caso que se ha mediatizado, que se ha hecho público, creando un gran debate, poniendo y exponiendo a ambas partes a la opinión pública y al juicio de todo el que quiera juzgar, pero no podemos olvidar que solo es un caso más, uno de muchos, porque por desgracia, somos muchos, demasiados, los que hemos tenido que sufrir las consecuencias de un sistema que no piensa en los niños, no podemos olvidar que muchos somos o en otro tiempo, hemos sido un Joan, o un Juan.

Hace ya muchos años de mi caso, que fue muy mal gestionado desde el principio. Antes ya de mi nacimiento constan episodios de malos tratos hacia mi hermana mayor, en los que servicios médicos y vecinos denunciaron el caso en múltiples ocasiones, sin embargo, nadie hizo nada por cortarlo o evitarlo. Tras mi nacimiento ambas sufrimos abusos, y tras el de mi hermano también. Durante años sufrimos golpes, palizas y agresiones, pasábamos hambre y abandono, y nadie hizo nada. Poco después de nacer mi hermano se abrió el primer expediente por presuntos malos tratos, y me horroriza pensar que se calificó de presuntos, cuando durante años los informes médicos y diversas denuncias los estaban alertando, y aún así, pasó otro año hasta que alguien movió un dedo, dejándonos mientras tantos en manos de una mujer adicta y prostituta que seguía maltratándonos diariamente.

Con 2 años y medio aproximadamente, fui ingresada de urgencia por una hemorragia interna ocasionada por otra paliza más, una de tantas, pasé una temporada en la UCI y mi hermano tuvo que ser tratado por una grave desnutrición, el hospital denunció el caso, y aún así, cuando me dieron el alta volvimos una vez más con mi madre biológica, porque a la persona que le correspondiera tomar la decisión, pensó que donde íbamos a estar mejor que con nuestra propia madre. Pasó un tiempo hasta que alguien decidió llevarnos a un centro de acogida.

De entrada nos separaron de mi hermano pequeño, algo que nunca voy a terminar de entender. Lo llevaron a otro centro por la corta edad que tenía entonces, y a mi hermana y a mi nos metieron en un internado masificado, donde convivíamos, o mejor dicho, sobrevivíamos diariamente, niños desde los 3 años hasta los 18. Los pequeños allí éramos carne de cañón, y nadie controlaba lo que pasaba en aquel lugar. Durante 5 largos años vivimos allí, 5 años en los que yo sufrí de nuevo agresiones, palizas y violaciones por parte de otros menores. Era fácil ocultar estos hechos porque era un centro muy grande, con varias plantas, muchísimos menores para controlar entre poca gente. Las personas responsables de nosotros, las que se supone que tenían que protegernos, hacían la vista gorda cuando te decidías a contar algo de lo que pasaba, minimizaban lo que ellas consideraban “peleas de críos”, y prácticamente nos dejaban a nuestra suerte en una jungla en la que  solo sobrevivía el más fuerte.

Para seguir complicando las cosas para nosotros, cada determinado tiempo la asistenta social decidía que teníamos que volver unos días con mi madre para intentar hacer algún tipo de adaptación a la vida con ella con intención de que volviéramos bajo su custodia, porque por algún motivo que desconozco pensó que mi madre se rehabilitaría, y se obcecaba en devolvernos con ella, para volver de nuevo a un infierno. Durante esas visitas seguíamos siendo maltratados, y mi hermana y yo en más de una ocasión fuimos violadas por clientes de mi madre, que nos ofrecía a ellos, supongo que pagarían más… Como es evidente, volvíamos de nuevo al internado.

Mi madre tampoco nos dejaba ser libres de ser adoptados. La asistenta o alguien determinó que tenía que hacernos visitas cada cierto tiempo y alguna llamada, para así demostrar su buena fe, que ella se quería hacer cargo de nosotros, y por lo tanto no lo consideraran abandono. Mi madre hacía lo mínimo, pero lo estrictamente necesario para que no lo considerasen como tal, mostrando así una supuesta muestra de intención de una supuesta rehabilitación que era evidente que nunca llegaría, y que efectivamente, nunca llegó, pero mientras tanto, yo me fui pudriendo allí encerrada, sin saber lo que era el amor, el cariño de una familia, sin saber lo que era sentirse parte de algo, sin demasiadas cosas que a nadie le deberían faltar, menos aún a un niño.

Pasados 5 años mi hermano y yo fuimos adoptados por separado, mi hermana mayor tardó más tiempo aún. Yo tenía 9 años. 9 años de abusos, de humillaciones, de violaciones, de abandono, de hambre que se podían haber evitado de una forma muy sencilla, porque era un caso excesivamente claro como para no ver que no había más solución, y aun así nadie lo hizo. 9 años de mi infancia y de mi vida perdidos por una madre ausente, que le importaban más sus vicios que yo. Perdidos por una administración negligente incapaz de ver los errores internos que condenan a niños a una infancia de absoluta soledad. Perdidos una institución carente de medios ni ganas de hacer nada que permitió todo tipo de aberraciones contra niños indefensos. 9 años de golpes y de situaciones anormales que han dejado dañada mi salud de por vida, y lo peor es que se podía haber evitado.

Y ahora yo me pregunto, si lo que tiene que prevalecer en estos casos es el bien al menor, el bienestar del niño, ¿Quien veló por mi? ¿Donde estaban esas personas que debían protegerme? ¿Donde quedaron mis derechos? ¿Porque se tardó tanto en ver que mi madre no tenia intención de rehabilitarse? ¿Es tan complicado tener unas pautas en las que si un niño esta siendo maltratado, dirijan al mismo hacia una adopción sin tanta dilatación? Y lo más importante de todo, ¿Donde está la protección del menor?