familia monoparental, diversidad familiar y adopción

Archivo para febrero, 2023

A vueltas sobre el bullying

Vuelvo una y otra vez la historia de las criaturas adolescentes de Sallent que saltaron por la ventana porque sufrían bullying. Por ser migrantes; por ser una de ellas transexual; en cualquier caso, porque les hacían la vida imposible.

Vuelvo sobre esta historia porque me parece el paradigma del bullying: la xenofobia, lo lgtbiq, la esencia de la diferencia, de la alteridad; de no ser, como suele decirse, “como uno”.

Leía ayer en un titular de la Vanguardia que aseguraban las amigas que le hacían bullying y castigaban a la víctima: “Porque eran pequeñas, recién llegadas y nada populares. Y porque Alana no se callaba, les plantaba cara, se defendía y al final siempre la acababan castigando a ella”.

Y además de los castigos y expulsiones, ¿qué más hicieron en el instituto? Cambiar a la víctima de clase, cambiar a la víctima de patio de recreo, negando que hubiera una situación de acoso, y en última instancia, prohibiendo “que tratemos el tema con periodistas”.

O sea, resumiendo, lo que suelen hacer en las escuelas, en los institutos: mirar hacia otro lado, en el mejor de los casos. Tolerar el acoso, en otros. En algunos, incluso alimentarlo.

Poner la carga sobre la víctima. “No les hagas caso”; “no les provoques”.

Y es que las personas adultas, el profesorado, las familias, también son parte del bullying.

Las criaturas que sufren bullying suelen ser criaturas que se salen de la norma, por uno o varios lados. Por el fenotipo, su lgtbiqidad, sus diferencias corporales, la discapacidad o una inteligencia que despunta, porque su comportamiento no se ajusta a lo establecido. Suelen ser sospechosas, antipáticas, raras; también para los adultos que las rodean, para las madres y padres de sus compañeros, para el profesorado.

No hay mecanismos que funcionen para atajar el bullying; al revés, los mecanismos son para borrar las diferencias y las disidencias. Para hacernos volver al redil. Para que no nos salgamos de las normas sociales que compartimos.

Si no fuera tan doloroso (incluso criminal), es muy interesante el fenómeno del bullying. permite entender las jerarquías de los centros, el lugar que ocupa cada uno, y cómo ve la sociedad todas las exclusiones y disidencias.

Los padres de las víctimas suelen ser gente sin poder en el entorno escolar. Personas migrantes, madres trabajadoras que no pueden participar en el AMPA, familias que se relacionan poco con otras (porque no quieren, porque no pueden, o porque no les aceptan), y muchas veces miradas con desconfianza y prejuicio por otras familias y por el equipo docente. Muchas veces también disidentes a nivel familiar, familias divorciadas o monoparentales.

La escuela no deja de ser un reflejo y un espejo de la sociedad en la que está inserta; a veces, un lugar peor, porque es obligatorio estar en él hasta los 16 años, sin posibilidad de instalarte en un entorno alternativo, seguro.

Y si piensas que en tu escuela no pasa, es posible que seas (o tus hijos) el agresor.

Te llaman

Recuerdo cuando empecé a trabajar en la radio, de becaria en la sección de Cultura, una de las primeras ruedas de prensa a las que atendí era la presentación de un libro de Benedetti que nos contó que se había enamorado de una frase leída en una pared de su ciudad: Cuando ya teníamos todas las respuestas, me cambiaron todas las preguntas.

(Busco imágenes y no me sorprende descubrir que la mayoría de lugares le atribuyen a él esta frase que leyó y recogió).

Me he acordado de ese día, y de esa frase anónima que desde entonces me ha acompañado, cuando he leído este poema en la página de Una Antropóloga en la Luna:

A las paredes

de mi pueblo les cambió la cara.

Del te quiero anónimo

y la polla mal dibujada

que escandaliza

a las viejas y ríe a los críos

pasaron

a Somos los de abajo,

los de siempre hambreados,

Cría ricos

y te comerás sus crisis,

Sólo la lucha

nos hace libres,

Homicidios

son estos recortes,

estos desahucios

Nos robaron los sueños:

ahora,

no les vamos a dejar dormir.

A las paredes

de mi pueblo le están saliendo las uñas

y ya no son inofensivas ni para los meados

de los perros.

Tienen razones

las paredes que oyen,

lo han dicho siempre los refranes

y están hartas

de guardar silencio o corazones vacíos con una flecha de cupido.

A estas paredes

algún día

se le van a echar a andar las esquinas

empujadas por la gente

y se harán barricadas

con las esperanzas rotas

y barricas de gritos y cantos subversivos

con las que queden intactas.

Paredes que no quieren ser muro de lamentos

ni movimiento quieto

ni testigos mudos

ni murallas defensivas

de cómodos rincones donde esconderse.

Andan las paredes

con pareja de baile en la plaza

montando el festejo

los domingos por encima de las campanas,

señalando con el dedo

los elefantes muertos,

las alimañas,

los cortarollosmaquiavelos

del sillón de gobernante.

Se cansaron las paredes de tanta parsimonia.

Y se vuelven grito.

Y te llaman.

Patricia Olascoaga.

(Vayamos al grano. Ed. Germania, 2014. En: DISIDENTES: antología de poetas críticos españoles. Ed. La oveja roja).

Diario del año del Apocalipsis, entrega 8

Hace poco más de un año empecé a escribir sobre el colapso. Arranqué, cómo no, con Madaddam (la buena noticia: ya han editado en español la tercera parte de la trilogía, en un pack con los tres libros) y fui hablando en los días posteriores de la crisis de suministros, el Gran Apagón, la Caída del Imperio Romano, la necesidad de reinventarnos, la necesidad de distopías, Years and Years, otra vez la necesidad de reinventarnos…

Luego llegó mi separación y la necesidad de transitar mi propio colapso y reinvención me hizo olvidar ese proyecto, para el que tenía pensado hablar de series como El Colapso, The Walking Dead, Station Eleven, de la película Don’t look up… O de los libros de mi adolescencia, del Mecanoscrit del segon origen y El día de los trífidos. Quizás lo haga, no lo sé, en los próximos días.

Hoy quiero compartir un texto que ha escrito P., profesora, visionaria, sabia, y que me ha recordado todo eso que pensé en escribir y dejé a medias:

Desde que empecé hace 20 años en institutos, pregunto al alumnado cómo les gustaría que fuese su vida de adultos. Ahora me explican cómo sería su cumpleaños ideal en 2050.

Cuando empecé a trabajar parte del alumnado, especialmente los varones, tenían sueños de grandeza, desde ser como Jesús Gil, o el futbolista de moda, actrices famosas, cantantes de éxito mundial, presidente del gobierno, director de una gran empresa, siempre alguno militar, policía o guardia civil… Nunca ninguno decía profesor, como mucho alguna alumna decía maestra y principalmente de infantil, de secundaria, nadie.

Esto ha ido cambiando. Ahora me cuentan su futuro ideal donde trabajan de profesores (incluso de secundaria y ambos géneros), abogades, de policía, militar o guardia civil (ahora también chicas), de enfermera (siguen siendo solo ellas), doctores, peluquería (ellas). Y en zonas rurales, antes y ahora siempre hay alguno que no quiere estudiar más y quiere irse a trabajar al campo.

Y por un lado veo que ahora son más sensatos y no me molaba el rollo de ostentoso de los fanes de Jesús Gil y otros elementos; pero me deja un poso de tristeza este cambio de expectativas porque creo que en gran parte se basan en la sensación de que no tienen futuro, que los adultos hemos aceptado seguir igual hasta el gran colapso y que no hay margen para fantasear