familia monoparental, diversidad familiar y adopción

Creedme / Así nos ven

En las últimas semanas hemos visto dos series que tienen muchas cosas en común: una investigación policial, una historia sacada de la realidad, adolescentes, brutalidad policial, prejuicios y la incapacidad de creer, de escuchar, a determinadas personas, determinados colectivos.

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Nos hemos visto de una tacada los 8 capítulos de “Creedme” (“Unbelievable” en inglés). Acordamos ver los capítulos de dos en dos, pero fue imposible.

Es la historia de una investigación policial sobre un violador en serie, y la historia de la primera de sus víctimas, que fue presionada por la policía que creyó ver contradicciones en su declaración y la hizo recular y desdecirse, reconocer que había mentido en su denuncia.

Esto que tantos meten en el saco de las “denuncias falsas”.

Sin morbo de ningún tipo, la serie consigue hacerte empatizar con ella, te pasas los capítulos pensando que injusto es.

No solo que no la crean (algo muy habitual como sabemos, las mujeres nos dedicamos a inventarnos agresiones sexuales) sino esta falta de apoyo, de lazos, que implica que sea una joven que ha pasado su infancia en familias de acogida. Que, a pesar de haber tener a su alrededor personas que la quieran, no la crean. Que no tenga a nadie incondicional en su vida.

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Y como son las mujeres policías (creo que es la primera vez que veo una pareja de investigadoras en la que ambas son mujeres, como también sus ayudantes) las que lo tiran adelante. Lo importante que es que estemos en los sitios donde se hacen las cosas, que aportemos nuestra mirada al mundo.

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Antes de esto, vi casi sin respirar «Así nos ven» (When they see us), otra miniserie basada en una historia real. En este caso, la de 5 adolescentes negros que fueron acusados, juzgados y condenados por una violación que no habían cometido. Porque la policía tenía prisa en resolver el caso, porque estaban en el lugar preciso en el momento equivocado, porque eran chavales inadaptados y, sobretodo, racializados, y ya se sabe, algo habrían hecho.

Es inevitable ponerse en el lugar de estas familias, como hace la autora del blog Cosas que (me) pasan:

Enseñas a tus hijos a ser buenos chicos, a no meterse en líos, a evitar el peligro, a que si te portas bien estarás a salvo, les dices que las leyes nos protegen, que el sistema está para algo y de repente todo eso en lo que creías, todo aquello que sustentaba tu realidad se desmorona dejando a tus pies un vacío inmenso en el que te precipitas sintiendo que no tienes asideros para poder ayudar a tus hijos. No soy capaz de imaginar la enormidad de la angustia de esos padres sintiéndose culpables por haber engañado a sus hijos en su educación, por el descubrimiento de que la certeza de sus principios era falsa y por su impotencia para poder ayudarlos. En la serie queda muy bien retratado como cada una de las familias se enfrentó a la situación, cada uno como pudo, aguantando la respiración o boqueando buscando aire hasta asfixiarse, peleando o rindiéndose, esperanzados o desesperados, convirtiéndose en descreídos o buscando refugio en la religión.

Tanto más si tienes adolescentes racializados. Y te das cuenta de lo precarias que son las herramientas que les has dado para enfrentarse a un mundo tan hostil.

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